
A menudo me preguntan por qué siempre estoy en mi bicicleta, y la respuesta simple es que me encanta. Sin embargo, hay más razones que me motivan a pedalear diariamente. Desde mi infancia, las bicicletas han sido una parte esencial de mi vida, a pesar de que varias veces me robaron mis preciadas compañeras. Aunque nunca fui un experto en acrobacias, siempre fui bueno pedaleando y explorando.
Durante mis años universitarios, no tenía una bicicleta propia, pero disfrutaba de las de mis amigos para recorrer diversas comunas de la región metropolitana, ya sea por estudio o simplemente en busca de aventuras. Cuando comencé a trabajar, la bicicleta volvió a ser mi aliada, primero como una forma de hacer ejercicio y luego como parte esencial de mi rutina diaria.
A pesar de tener un automóvil, la bicicleta se ha convertido en mi primera opción para desplazarme, especialmente en Rancagua, una ciudad ideal para caminar y pedalear. Para mí, pedalear es energizante. Me hace sentir bien y, sobre todo, representa mi momento de «meditación» mindfulness, ya que me sumerjo completamente en la conducción de la bicicleta.
Diariamente, recorro unos 10 km en bicicleta, lo cual me llena de felicidad al evitar el caos del tráfico y los molestos embotellamientos. Mientras pedaleo, dejo atrás el estrés y los problemas asociados a los vehículos motorizados. Observo a los automovilistas desde mi bicicleta con una sensación de gratitud por no perder tiempo ni estresarme.
Fue entonces cuando me di cuenta de la necesidad de una bicicleta específica para la ciudad. Opté por una bicicleta plegable que me permite llevarla a todas partes sin complicaciones, incluso debajo de mi escritorio en la oficina. En una ciudad más grande como Santiago, elegí una bicicleta de ciclo turismo para explorar y transportar carga de manera eficiente.
Hoy en día, soy un apasionado de las bicicletas urbanas, con varios modelos y estilos que me sorprenden por sus versatilidades. Mi amor por la bicicleta va más allá; soy un firme creyente de que su uso puede tener múltiples beneficios. Si voy solo a algún lugar, no veo la necesidad de utilizar un automóvil propio, ocupando espacio y contaminando.
Rancagua está dando sus primeros pasos en movilidad y carece de incentivos. Aunque no cuenta con autobuses ni metro, las ciclovías son una gran ventaja y me hacen sentir esperanzado. Creo que fomentar el uso de las bicicletas puede transformar la movilidad en la ciudad.
Además, la bicicleta promueve la actividad física regular. Aunque no la veo como una máquina de ejercicios, sino como un medio de transporte que utiliza la energía humana, estoy convencido de sus beneficios. El pedaleo diario se ha convertido en mi momento de mindfulness, donde me sumerjo por unos minutos en mi entorno, disfrutando de los olores y observando a los diversos actores urbanos.
En resumen, la bicicleta no es solo mi medio de transporte, sino mi aliada para una vida más saludable y sostenible. Quiero ser un promotor del uso de la bicicleta, convencido de que puede marcar la diferencia en varios aspectos de nuestra vida diaria.